Viene de Banco de Plaza

Otra vez tenía ganas de salir a despejarme. Al igual que aquel día de la lumbalgia. Supuse que sería buen plan ir otra vez a la misma plaza, a sentarme en el mismo banco y disfrutar de las palomas; amo los deportes extremos y nada se compara con la adrenalina expulsada ante la posibilidad de un palomazo.

Hasta me compré un casco. El cubrecabezas está bueno porque si la paloma se da de trompa contra el mismo queda medio tonta y, no tolerando el impacto, se desploma desplumándose contra el piso.
La batalla eterna del hombre contra la paloma.

Otro buen plan sería afanarle un rulero a mi suegra, comprar un globo, juntar algunos venenitos de los paraísos – los bien verdes, claro – y apuntarles en pleno vuelo. El puntaje por paloma derribada es directamente proporcional a la distancia que se interpone entre el rulero globalizado y el bicho en cuestión.
Dirás que es una brutalidad contra los seres alados y yo te digo: ¡No! El asunto es deportivo.

Te explico, es muy sencillo: vos cargás el venenito en el rulero, con el índice y pulgar de tu mano más cómoda sostenés el globo para que no se piante del rulero y, con tu otro índice y pulgar, de tu otra mano cómoda, tomás el fruto del paraíso que está envasado dentro del arma. Con globo y todo lo tirás para atrás separando tu mano cómoda de tu otra mano cómoda, hacés que hacés puntería y cuando la paloma está al tiro, soltás el globo intentando dar con el proyectil en alguna parte del ser volador.
¿Dónde está lo deportivo?
Acá, mirá: Supongamos que después de 734 tiros desperdiciados, le pegaste a una paloma en el medio del pico y lograste que cayera desparramada en el pavimento. Es el momento donde debe emularse a la pesca deportiva.
En la antedicha disciplina, el pescador – a excepción clara de que haya enganchado un bagre – le saca el anzuelo al pez/pescado y lo arroja al agua después de la foto correspondiente; acá debe hacerse lo mismo: tomar la paloma inconsciente, sacarse una foto con ella y así como está, revolearla hacia el lugar de donde vino.
¡Qué! ¿Qué se va a caer otra vez al piso? Mirá, no estoy acá para discutir ni para hacer un ensayo sobre la ley de gravedad, eso ya escapa al área de mi gestión. Además la conspiración del destino y la fuerza de gravedad siempre me tiran la lapicera al piso y dicho principio físico no se merece que gaste mi tinta en él.

La decisión está, el casco y el rulero también. No hay más que hablar. ¡A la plaza! Sólo hay un pequeño detalle, cuando salgo a la calle me doy cuenta que es de noche, miro el reloj y es pasada la medianoche. ¿Alguno vio palomas de noche? Operación abortada.

No importa, me siento en el mismo banco de la misma plaza de la misma ciudad del mismo país del mismo planeta de la otra vez, distinta, claro, ya que ayer no es hoy y me acuerdo de cuando en aquella ocasión, lumbálgico y todo, te PENSABA te SOÑABA te CORPORIZABA y te BORRABA te CORPORIZABA te SOÑABA y te PENSABA y me pongo a pensar cómo ha cambiado mi vida en estos casi 7 meses:
Ayer, cuando las redundancias eran implacables, jugaba con tu cuerpo en mudo silencio silencioso. Hoy no paro de gritarle a tu cuerpo a grito pelado cada gemido por él arrebatado.
Ayer soñaba con tenerte y pensaba que algún día podría llegar a lograrlo. Soñaba que la distancia no era tal. Hoy respiro el mismo aire a tu lado, la distancia se hizo corta y las horas pasaron muy rápidas.
Ayer me "amuertaba", me "aparcaba", me "estacionaba" en éste mismo banco de ésta misma plaza de ésta misma ciudad de éste mismo país de éste mismo planeta y te gritaba, te decía, te avisaba, te cantaba y te notificaba que te quería te quería te quería te quería y que te quería.
Hoy sólo puedo decirte lo siguiente: TE AMO.

Fernando A. Narvaez